Sigeomen
Una mesa. Cualquier mesa. Las sillas giran en su redor anudando otra espera.
Un mozo llamado recuerdo. Las velas se encienden y fenecen de por sí.
El banquete es un canto retardado.
Las servilletas y los cubiertos lucen enrevesados (inútiles para sus efectos),
no dije sucios.
Olvidé mencionar el majar. Los espectros retornan devanando recuerdos de
sus decesos.
La verdad siempre será incompleta.
Yo reúno detalles ante las imágenes de esquivos resquicios de verdad.
El mozo deja caer sobre mí, el contenido del plato que me correspondía.
Él esta en el lado opuesto a mí, coge y escabulle entre sus bolsillos unos trozo
de carne.
La campanilla tañe tarde. Las mascotas espectrales absorben el aroma.
El sexo carece de sexo. Ahúman a los congéneres.
Fuera del recinto, un caballo y una cebra hacen migas con ellas ausentes.
Los duendes juegan arrojándose el camino a sus espaldas. Verde.
Cabe la estimación de que el tesón espectral contuviera desatinos.
Bullicio. Aunque nadie se comunicara entre sí.
Celebramos la fusión del cabizbajo. Degluten, regurgitan, silban y esputan.
Paladean y rechinan los dientes.
El mozo servirá el postre.
Croquetas de maní con aciago ritmo de lúcuma. Yo atormentado por el elixir
nupcial.
Me escabullo del ágape y tras una puerta el quicio de ésta está.
Reverbero el motivo de mi verdadera ausencia
Yo reuní a mi familia en un cáliz. Tilo, linaza y té. Te quiero hermano. Anís.
Tesoro, tesoro, tesoro.
El alimento aúlla su ausencia en nuestros estómagos. El alimento entre
nosotros. ¿Nosotros?
Félix Méndez (Foto: Michael Jímenez)