miércoles

Poema de Héctor Monsalve Viveros (Chile)


Yo no soy Héctor.

Dejé de serlo un día
en que me vi caminando hacia la luz,
en una calle perdida de Ciudad de Panamá.

Un árbol se incendiaba en esa esquina
y era bello el instante.
Sentí calor.

Quemaba la noche
y como único gesto ante el peligro
cerré los ojos, dije mi nombre.
Son las cinco de la mañana
y esa luz es un sueño repetido.

Pienso en partir,
en dejar de hacer algunas cosas,
en regresar.

Volver a lo mismo:
alguien regando en la casa de la esquina
y una foto sobre el velador.

Porque no se vuelve al centro,
se regresa apenas a un borde,
a una mueca.
Sin la inocencia del inicio.

Se regresa a un lugar vacío,
a un laberinto: yo y el otro sin nombre,
siempre en el cuarto de la infancia.

Volver a mí,
reconociéndome.

Como quien mira a su padre
cruzar la calle, desde lejos.

Aquí, en México D.F.,
mientras Héctor nada en la piscina
lo contemplo.

Solo,
como un niño que se abandona
a caminar a oscuras por la casa.

Quieto ante el miedo:
Presiento al que vendrá.

Con los ojos cerrados
(me miro en el espejo)
recorro los pasillos.

Presiento al que vendrá
y avanzo hacia él
para encontrarlo.

Un niño muerto juega en mi.

Su juego es preguntarme:
¿No tenemos padre?
¿Todos somos huérfanos?

No, le respondo.
- Sé que miento -
Yo soy tu padre bueno.

Yo soy mi padre.

Me veo nacer y me recibo.

Asustado,
me tomo en brazos conteniéndome.

Temo
por todo lo que haré
y que repaso
como un hombre a punto de morir.

Ahora sé quien soy
y no lo sé.

Todo está en dolor
y el aire, el agua, el árbol es dolor.

Todo está en verdad
y quieto y falso.

¿Por qué me asombro
de tanto perdurar?

Yo y sólo yo cerca del bosque.

Así,
en otra cosa,
sereno.

Miro el sol entre los árboles.

Yo
y sólo yo
de pie.

Termino de nacer.

Me repito y me escondo.
Como algo que comprende que es eterno,
me repito.

Mi abuelo se llamó Héctor.
Mi padre se llama Héctor.

¿Cuánto dura ese nombre?
¿Está en él la furia de la vida?
¿Cuántas miradas hacia el cielo en la mañana?

En la mañana,
las sombras se retiran
y se ve el verde del camino,
el amarillo de los cerros.

Entonces,
yo voy hacia el gran río que brilla.
Como una hoja que se desprende
y se olvida del árbol,
yo voy hacia ese río.

No escribo en el agua en movimiento.
Cabe mi canto en el gran canto.

Yo soy Héctor.


Aprendí a caminar sobre las aguas.
                                            del libro Yo, Héctor

Héctor Monsalve Viveros
Nació en 1970 en Chile. Su primer libro, Poemas Reclinables fue publicado en 1997. Fue becario del taller de la Fundación Pablo Neruda en el año 1993. En el año 2010 publicó Elena (Uqbar Editores) y este año Yo, Héctor. Sus poemas han aparecido en diferentes medios y antologías.