viernes

Un poema de Zakary Paine (E.E.U.U.)





THE STAR SPANGLED BANNER / MI HIMNO NACIONAL

OH SAY CAN YOU SEE (cantado)
José, can you see?
¿lo puedes ver?
José es solamente un nombre
muy común para un hombre

pero la pregunta es
¿lo puedes ver?
¿lo vemos?

my kingdom has fallen
se ha caído
ya se ha desplomado

soy aquel niño nacido a los doscientos años de tu revolución, nacido
con la lluvia de fuego y muerte recién en la memoria (agent orange)
quemando los pulmones del pueblo vietnamita

soy aquel niño nacido a una generación de padres torturados por heridas
visibles e invisibles, jóvenes que al escuchar cualquier ruido repentino
se tiraban al suelo y por un instante sólo podían pensar en sobrevivir a
cualquier costa /better their death than mine/ matar o morir, mientras
nosotros sus niños llorábamos atónitos al ver nuestros padres reducidos
a /small scared animals/ a pequeños animales miedosos

soy aquel niño nacido a los doscientos años de tu revolución
y ahora me pregunto
¿dónde quedan tus revolucionarios?
¿dónde queda tu revolución?

OH SAY CAN YOU SEE (cantado)
José, ¿lo puedes ver?

soy aquel niño que aprendió la canción
antes de cada partido
antes de cada reunión

soy aquel niño programado jurando tu bandera /your Stars & Stripes/
jurándola cada día en la escuela, era lo que hacíamos antes de aprender
a leer, antes de aprender a sumar

OH SAY CAN YOU SEE (cantado)
José, ¿lo puedes ver?

mi enemigo me ha sido dado
con los Wheaties & Cheerios
at breakfast y a la hora de comer

y soy aquel niño que pasaba mucho miedo cuando teníamos que refugiarnos
en el sótano del edifico, simulacro del holocausto nuclear /nuclear
holocaust/ y siempre fueron los rusos quienes lanzaban los misiles,
siempre los rusos “No temáis niños,” decían los profes “aquí estáis a salvos
de la radiación” quinientos niños /disoriented and scared/ y yo sólo
sabía que me daba asco el atún en lata and Saltine crackers

ay de mis enseñanzas
con ellas aprendí quien era mi enemigo
& how to obey their bells

OH SAY CAN YOU SEE (cantado)
José, ¿lo puedes ver?

soy aquel niño listo a pegarme en el patio con quien fuera que me llamase
/Pinkie/ mi madre de ninguna manera llevaba botas de militar,
éramos un país libre /coca cola for all/ no teníamos que hacer largas
colas para comprar el pan, eso es una verdadera democracia, un modelo
a seguir

el problema José
si lo puedes ver
es que

los niños crecen

(...)

del libro THE STAR SPANGLED BANNER / MI HIMNO NACIONAL (Hanan Harawi Editores, 2016)

Zakary Paine (Utah, 1976)

Es un gringo que nació en Aztlán pero tuvo que ir a España con 19 años para aprender español. Con esta su nueva idioma Zaq encontró su creatividad perdida y empezó a escribir, siempre poesía y siempre en español.  En los últimos años ha decidido luchar para liberar la poesía de los libros y dejarla correr libre por las calles, haciendo intervenciones poéticas callejeras con los grupos ZANJA (@arteenlazanja) y TheLovers.

Hasta hoy ha publicado:
amadrid (Tranvía, Lima, Perú, 2008); años andando pensando en ti (Umbrales, Madrid, España, 2008); Un breve diccionario de tú y yo (Nanoediciones, edición electrónica, 2011); The Death Del Oso. Antología poética de un inexistente (Umbrales, Madrid, España,2012); Robos, Setas & Sombras (Huerga & Fierro, Madrid, España, 2014); Termitas/Termites (Ebookprofeno, edición electrónica, 2016).


martes

Poema de Paola Gallo (Uruguay)




El flechazo
Para Lucio


Curioso encuentro
ayer me flecharon dos cavernas luminosas, se mostraron tus dos
huecos, te vi
mirarme, órbita absoluta.

Luego, la vida sigue su curso
se prolonga el tedio, la costumbre ramplona en procesión y yo que me voy sin freno,
insignificante detrás de ellos, sin embargo
en ese instante flechazo
vi el latido donde te alojaste pleno / la cavidad de un milagro se
mostró entre grietas.

Un día entero entregado a la nada a cambio de este poema dedicado
a tu luz
Tu mirada alumbró eso que se cuela y no tiene nombre ni tiempo,
como rendija, sutileza o anomalía inadvertida, te enumero, donde tendrás
mi niño
que enterrar fuerte la uña, sobre la superficie plana de los días.

(De Ov Fab)



Paola Gallo (Montevideo, 1980)

Poeta y ensayista, reside en México desde 2011. Maestra en Letras Modernas por la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México, actualmente se encuentra cursando el doctorado en la misma institución. En poesía publica Alimaña (Editorial Estuario, 2011; 2do. Premio Nacional de Literatura organizado por el Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay, 2010) y Ov Fab (Editorial Literal, 2016). Publica también el ensayo El decir de lo indecible: los rodeos del deseo en la obra de Alejandra Pizarnik (Editorial Estuario, 2011; 1er. Premio Nacional 2010 por la categoría ensayo del Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay).

jueves

Del libro "La edad engañosa", de Melina Paccini (Perú)





Llegaron a la casa pasadas las cinco de la mañana, en el auto de Rómulo. Él los llevó y luego regresó al Hospital, para acompañar a su esposa. Gloria había regresado más temprano a su domicilio, con Delia, acompañadas por Sixto. Kuntur no dejó que nadie de la familia se ocupara de Kotaro. Él solito lo ayudó a subir las escaleras, y a entrar a su habitación. Y luego le subió la cena que Maya y Ángel prepararon en tiempo récord. Jaime, sin palabras, le dio a entender que estaba de acuerdo. Sabía perfectamente bien que en ese momento la medicina era irrelevante. Kotaro y Kuntur merecían estar juntos para sanar, gracias a su amor.

– No sabe tan bien como lo que yo preparo, pero al menos te repondrá las fuerzas…
– ¡Jum! ¿Y quién te ha dicho que cocinas rico? -estaban ambos sentados encima de la cama, viendo un programa cómico. Kotaro llevaba la pierna izquierda vendada y colocada sobre un almohadón grande que Kuntur había traído de su propia habitación, mientras que el joven estaba sentado a su lado, con su hombro y cadera derechos pegados a los suyos.
- Desde que llegaste sufro de estreñimiento-empezó a reír por culpa de su propio comentario.
– Ja, ja, ja, muy gracioso. Pero bien que te comes todo cuando cocino.
Dame tu plato -lo recibió y se acercó a la mesa para dejarlo junto con el suyo- bueno, es mejor que descanses. Debes estar adolorido, te ayudo a cambiarte.
– ¿Eh? -se ruborizó y bajó la mirada- Yo… yo puedo solo…
– Kotaro, estás convaleciente, una vez más. Te juro que no voy a hacer algo malo -fue su turno de sonrojarse, su comentario le trajo a la mente lo mencionado por Gloria en la montaña- apúrate, ¿dónde tienes tu pijama?
– En… en ese cajón -señaló el segundo cajón de su cómoda. Kuntur
lo sacó y se acercó a él. Ambos temblaban imperceptiblemente yo… yo me quitaré el polo y el pantalón…
– Hasta pareciera que piensas que puedo dañarte…
– No es eso… Yo -bajó la mirada.

Kuntur entendió que la mente de Kotaro estaba procesando la misma información que la suya. En dos semanas, quizás sería otra la persona que estuviera, de forma brusca, ayudándole a hacerlo.
Se sintió enfermo, pero decidió que lo mejor era no permitir que el joven se asustara antes de tiempo. 

– Te entiendo. Sin embargo, ¿puedo hacerlo yo…? Quiero… quedarme con este recuerdo. Nunca antes me has permitido ayudarte a hacerlo… -aunque el trasfondo no era del todo inocente, la voz de Kuntur sonó demasiado dulce como para ignorarla.
– ¿No te vas a burlar?
– ¿De qué? -le quitó el polo. Aun se notaban las marcas de la paliza que le había aplicado Gloria, confundidas con las nuevas ocasionadas por el accidente.
– De mi falta total de músculos… -flexionó su brazo derecho, y ambos comprobaron que, al contrario, tenía unos músculos muy firmes, aunque no exagerados. Para desgracia de Kuntur, quien intentó disimular su turbación.
– Deja de decir idioteces. Mete el brazo -una vez puesta la camisa,

Kotaro la abotonó, mientras Kuntur se ocupaba de los pantalones. En este punto, no hablaron. Hicieron el cambio casi mecánicamente- listo, señorito. Puede usted dormir tranquilo.

– Gracias, senpai… -Kuntur parpadeó, confundido. Luego, sonrieron.
– Es la segunda vez que me llamas así… me has desobedecido desde ese primer día de escuela…
– Lo lamento. Pero, esa palabra, aunque respetuosa y cantarina, me aleja hasta cierto punto de ti -Kuntur se conmovió- Hum, ¿podré tomar algo para quedarme dormido?
– Prefiero que no, podrías tener una reacción desfavorable con las otras medicinas. Si gustas puedo quedarme aquí -nuevamente se sonrojaron- ¡Eh! Digo… hasta que te duermas…
– ¿Te… puedes quedar… hasta mañana? -no se miraron. Pero
ambos sabían que sí.



Melina Guadalupe Paccini (Lima, 1982)
Ingeniera Ambiental de profesión, desarrolló la afición por escribir desde muy temprana edad, gracias a un trabajo escolar de literatura. Ha desarrollado textos narrativos originales, así como también adaptaciones multitemáticas de animes y series, y algunos poemas.

La Edad Engañosa es su primera novela publicada, y su favorita por tratar un tema que aún la sociedad suele observar como tabú, o como un engaño social, pese a ser, como todo en la vida, una verdad subjetiva o absoluta, de la realidad de cada ser humano en su verdadera esencia.

lunes

4 poemas de Stanley Vega (Cajamarca, 1972)


SOLO QUIERO DESPUÉS DE MUERTO

vivir navegando en la memoria de un ave.
Alimentarme de insectos
en tanto recorra las ramas
de una estación cualquiera.
Despiojarme las alas.
Beber agua turbia de los charcos
pasada la lluvia
y cagar
cagar mientras vuelo
sin pensar en mi última lectura
o el sentido de mis huellas
dejadas en esta existencia.
Solamente olvidando,
olvidando esta terrible idea de ser humano.




NO ES MI ROSTRO

al que nombran.
Ni es mi voz
a la que sus oídos
persiguen y atrapan
cotidianamente.
Estas no son mis carnes
como tampoco son estas
mis sonrisas.
Nadie supo de mí
en calles, burdeles,
parques o estaciones de bus.
La ciudad entera se mintió
sin siquiera conocer su mentira
No soy yo éste.
Yo soy aquel,
esa pequeña y distante figura
que acaba de perderse
bajo la sombra de la luna.



¡DESORBITACIÓN! ¡DESORBITACIÓN!

¡Digo desorbitación levantando la voz,
la barbilla hacia el cielo, abriendo los brazos,
comiendo aire a grandes zancadas!
Y la tierra precipitadamente se descuelga
luego de un estruendoso crujido
de articulaciones
en el cuello mismo de universo.
¡Esto es el fin!
¡Jaaaa-ja-ja-ja-ja-ja ttkuff!
Estiro los dientes para cogerme
de un árbol cuyas hojas son de papel
y aun prendido allí
no dejo de percibir en mis oídos,
patalean gritos de millones
y millones de terrícolas
que inusitadamente han salido
volando como moscas
hacia el tenebroso espacio.
Aquí los cielos son cachetadas oscuras
¿Adónde iremos a estrellarnos?
¡Y la tierra sigue cayendo! ¡Que siga cayendo!
Es una gota marroncita.
No, es un fabuloso testículo embarrado
que ya ningún endiosado individuo sostiene.
¡Vamos a morir!
¡Que la tierra vuele en mil pedazos
y yo muera cogido a estas hojas!



INSISTO EN PERMANCER

adherido a las ramas de la vida
Insisto en ser aquel musgo abandonado
que regocija su alma
con cada gota de lluvia
y que cuando llega la tarde
observa reptar a la penumbra.
hacia sus vistas.
Yo soy un muérdago solitario.
Crecí en el vacío.



Stanley Vega Requejo
(Cajamarca, 1972)
Nació en Santa Cruz (Cajamarca), pero reside desde muy pequeño en la ciudad de Chiclayo. Estudió Educación.
Ha publicado los poemarios Soliloquio de las Hojas (2003), Danza Finita (2009), Poemas para no aburrirse (2013) y Casa de mascotas (2014).

Actualmente dirige y edita la revista de ideas, creación y sociedad Entera Voz. Además, es director del sello editorial Prometeo Desencadenado. Estos poemas pertenecen al libro Inútil inventario (2002/2016).