Música ósea
(fragmento)
los cuerpos no son cuerpos si no son
infrarrojos y translúcidos del todo a contraluz
músculos en blanco y negro, líquido multicolor
drenándose después del tableteo
¡cuerpos, cuerpos! cercanos a no ser,
desparramados
montones de basura hospitalaria, desperdicio
fenecido en concepción
y cuerpos que se arquean cada vez que los
escaldan, y confiesan, suspendidos en ganzúas
y que han sido biografiados por las uñas en
los muros de las celdas de castigo
expulsados de su fuero, sin la ropa en la
espesura: la cruel epifanía del esfínter sin control
la sutura que supura un proyectil, la resina
que desprenden los disparos
tumulto, sub-personas como gorrión común:
cardúmenes de macarela, krill
cuerpos llenos de abyección, en el óxido de
sí, predispuestos a anularse en su repliegue
vendavales adventicios en madeja imaginaria
por la velocidad de arrasamiento
delirando en la marea, macerándose en el
lodo: suculencias en pedazos como peces
pero hay cuerpos que están hechos de
naufragios y procrean el colapso de las cosas
estos cuerpos son compuestos por muñones,
disecados tras estratos de paredes
o pedazos que se oxidan como parte por el
todo, rastreados por jaurías en la niebla
bajo lluvia, frente al resto, desvestidos a
mil voltios, y vendados y pasados a cuchillo
reprimidos en sí mismos, en sus masas, con
las vísceras por fuera sobre asfalto
emboscados en cavernas de arrecifes,
esfumados de la foto, exterminados
abatidos, secuestrados, diluidos en
cisternas, retenidos por el humus de una ciénaga
otros cuerpos tienen miedo: oprimidos y
estuprados en sus pétalos violentos
y después son osamentas que descubren los
deslaves, con las uñas maceradas, como cebo de rapiñas
en sarcófagos, en bolsas, en cenizas, como
parte de las sobras de un siniestro
embutidos en un pozo, con cañones en las
sienes donde crece un agujero imaginario
fracturados, de rodillas a comer sus
excrementos y con larvas que reviven sus heridas
con el sueño trastocado, su pasado todo
atroz, sus familiares
cuerpos nulos, conculcados, cubicados por un
láser en sus plexos
recordados por nosotros, pero desaparecidos
Los gatos de Aldaburu
A María Inés, en Buenos Aires
Los gatos son constantes vertebradas en el
tedio. Los gatos, en instinto, son preguntas.
¿Cómo ensanchan ambas córneas en lo oscuro
cuando inquieren por el iris de un espejo?
Su mutismo sibilino es lo que intriga, pero
en toda la egipcíaca estructura: ¿cómo pudo no escurrirse por las grietas la
misiva tan felina de una mole?, ¿cómo pasa por los tantos estados de materia
(va de pez a pedestre al aerostato)?
¿Eran cartas de amor las que escribía? La
respuesta se desliza en los tejados.
Es la última farra de mi vida
Supón
que lo aniquilan registros de saudades, y que puede (con un disco) remediarlas
(en cierto bar de Brooklyn en pino de Oklahoma.) Esferas como aquella mixtura
la ciudad, materia de un orate y extravío.
Y que ves cómo resalta (el resorte
que tú eres) contra el
cielo raso recto, por sus tonos intangibles; y que luego se rasura, solicita su
calzado, tantea las urdimbres y radio de su miembro. Entonces dale elipsis,
describe su derrumbe. Habrá quien
paute el coágulo que deje.
León Félix Batista (1964, República
Dominicana)
Poeta, traductor y ensayista.
Ha publicado: Tour por todo, Prosa del que está en la esfera, Negro Eterno, Vicio (con el título de Crónico), Burdel Nirvana; Música ósea, entre otros.