Foto: Rocío Fuentes
In memoriam Coyolxauhqui
No alzarás jaguar contra tu madre. Contra grávida madre –desde su
ombligo en plumas, desde su fértil barro sudoroso–, la mano matricida no
alzarás. Mas fue serpiente en parto, saltando útero fuera, decapitando hermana
a ofidio fuego en fratricidio desmembrando aorta, morenos muslos púberes
rodando. No alces, le dijeron, mas la celosa altiva alzó contra la madre, la
enorme madre que pariendo guerra serpeó sobre lo aleve de la garra, de la
réproba hija que se alzó. Pedazos, desmembrados pedazos femeninos que hoy en
lunar filoso evacua menstruo. Huitzilopochtli, hijo –agradecida dijo entera
madre. Mientras arriba desmembrada hija alumbra en Luna ira madre y
sangra.
***
Las jirafas duermen poco. Comparadas con los humanos o los topos, las
jirafas duermen muy poco. Pliegan sus patas, las jirafas, como si fueran una
tabla de planchar; plegables en sí dormitan sobre la sabana con el entreabierto
ojo al predador. Un caso extremo de sueño breve, las jirafas. Sólo duermen
durante unos minutos. A lo sumo una hora a todo lo largo de la lenta noche.
Necesitan más de diez segundos para erguirse –desplegarse– sobre sus delgadas
patas en el aire; diez segundos en la noche veloz, es mucho. Pese a todo,
duermen. Se adaptan como Darwin, las jirafas. De no ser tan singular su
anatomía, tan inoportuna (diez segundos y el tigre, diez segundos, la zarpa).
De no ser así su sueño breve, la evolución hubiera suprimido, tal vez
–comparadas con los humanos o los topos–, las jirafas.
***
Allá
ella. Entre ese litoral de arena y ola, de sal y piel al sol, de pie, descalza.
Allá ella entre juncos. En su ínsula sola, cormoranes; palmeras y a la sombra
el pie propenso, el bucle de los dedos y ante la brisa el cuerpo en extensión
de poros y propenso. Entre esa música –entrando ahí– allá ella respira y al
unísono olas; atardeceres, líquenes, las olas. Largas tardes sus piernas. Un
cántaro en la voz, un entre dientes cántaro la voz, sudores resbalando por alazanes
muslos, en la voz. Ella en su playa y más acá, sedente, enrejado en lo afásico
del vértigo, mortal y exhausto el que la mira, dónde.
***
“¡Soy el rey de la vida!”, grita un niño en
el columpio de la Plaza 2 de mayo en Madrid, mientras leo estos versos de
Kathleen Raine citados por Richard Dawkins: “El cielo le dijo a mi alma:
¡tienes lo que deseas! Este mundo lo compartes con la flor y con el tigre.” Y
el niño, en el columpio, es el rey de la vida.
***
Avanzan sobre huertos los grandes
paquidermos. Sobre las cuidadosas hortalizas, silenciosas simientes, pisando
cotiledones, paquidermos. Avanzan corvos, álgidos, alfiles, y en su furioso
miedo aplastan nardos, arrozal, acerolos. Huyen de los incendios, de los
grandes glaciares, los incendios. De la insatisfacción, los elefantes, su tan
ralo pelambre entre la arruga, su tan tranquila incuria y de repente. Huyen del
meteorito, de los hombres, del ave lira horrible y en las patas –debajo de las
patas– los roedores. Braman, roncos, barritan, y así tremiendo Brahma treme el
orbe. Todo el planeta en su gerundio inquieta, girando incontenible y
marabunta, los álgidos alfiles, paquidermos.
***
In
memoriam México sismo 1985
Debajo del derrumbe, debajo de los tezontles
y antracitas, aún las uñas, creciendo para nada, de los muertos. Sobre pálidos
dígitos –dedos en yemas ya apagadas–, entre cutículas las uñas, el suave calcio
impúber de las uñas contra el torcido retruécano del hierro. Ante las tapiadas dentaduras
los dedos son que cantan. Ante los trisados cristales en la tráquea –punzante
estalactita al paladar–, los dedos son que en réquiem se derraman hacia una luz
difusa, hacia ese resplandor que el polvo espesa. Cuerpos abrazados al basalto.
Desmembrados pezones y prepucios y entre los cascabeles Coyolxauhqui. Debajo de
los siglos y en la sima, en las raíces sísmicas del Templo –jade que en jaguar
jadea lava–, latentes, homicidas, alzando luna uñas contra el sol.
***
El
circuito del temor. Se trata del nervioso circuito del temor. Del ala de la
amígdala en alarma golpeando en el estrépito postigos. La voz que ahí se aguza,
la voz castrati al miedo que se aguza como de vidrio un piccolo horadando la
usurera espesura del temor. La corteza auditiva hace su hipótesis: piensa
oyendo si huir, si humedecer las sábanas de miedo en hormonal torrente o en
asalto espeso asir el ruido, rugiendo ante el trastorno del temor. De ahí el
tensor del tríceps, la activa dopamina muscular, minada la confianza en el
rigor, en la tan tensa calma previa al grito; enlamada mirada que no ceja en
espesa, ocular dilatación. Qué lucha quieta en todo nos recorre. ¿Qué aguza la
corteza? Se trata del estrépito, postigos; caballos desbocados y postigos. Del
nervioso circuito aquí se trata –¿ahora queda claro?– del temor.
***
Las manos sobre el fuego. Las delicadas, blancas sobre fuego. Porque
alguien dijo arriba en tono cauto, conminándolo, cauto: Yo no pondría las manos
sobre el fuego –dijo. Y entonces él sobre el volcán, sobre esos transversales
lahares altos, sobre llameante Ganges siemprevivas, sobre el grisú entre minas
posó manos. Mano ventral, decúbito, entre erizos, entre géiser flotando oro
fecal. Yo no osaría –dijo–, pero él. Las manos sobre el ígneo. Las denodadas
adoleciendo aún en sus cutículas. Los dedos llenos de alba. Incluso no despiertos
como rayos mas en táctiles chispas, en táctil tic de yemas ovulando. Qué espeso
huevo el tacto de la fe. Las manos sobre el fuego, de la fe. La furia opositora
contra el cauto que conminando interdicciones teje. Sagradas gracias, sí,
contra los guantes; contra la disforia del amianto la en fuego euforia,
quemadura, gracias.
Víctor
Sosa (Uruguay, 1956)
Poeta, ensayista, teórico de arte y de
literatura, pintor y traductor de la lengua portuguesa. Es uno de los poetas más relevantes del actual neobarroco en lengua española. Desde 1983 vive en la
Ciudad de México y en 1998 adquiere la nacionalidad mexicana.
Entre sus publicaciones se destacan Sunyata
(1992, poesía); Gerundio (1996, poesía); La flecha y el bumerang (1997,
ensayos); El Oriente en la poética de Octavio Paz (2000, ensayo); Decir es
Abisinia (2001, poesía); El impulso, inflexiones sobre la creación (2001,
ensayo); Derivas del arte contemporáneo en México (2003, crítica de arte); Los
animales furiosos (2003, poesía); Mansión Mabuse (2004, poesía); La saga del
Sordo (2006, poesía); la antología Sunyata & outros poemas (2006, publicada
en Brasil, edición bilingüe); Nagasakipanema (2011, poesía), entre otros.