Espacio 6-A
Soy una Volkswagen Combi ’72.
Si se imaginaran mis viajes y
anécdotas
añorarían una puerta corrediza
como la mía.
Adquirí cierta fama
cuando unos jipis
me pintaron flores
y conocí toda la costa caribeña
centroamericana.
En la ciudad
se la pasaban pegados todo el
tiempo
y más de una vez
sus compas me ayudaron a salir
de fiestas y resacas
hasta algún tallercito
para reparaciones de urgencia.
Luego los jipis
se hicieron yupis
y pasé a manos de
coleccionistas,
luego agentes de ventas
y dueños menos aventureros.
Finalmente conocí a los chiquillos.
Gracias a ellos salí del
clóset.
Todos los fines de semana
vamos a La Avispa
y Bochinche
con sus amigos
que saben usar tan bien
mi parte de atrás.
Lo único que lamento
es no haberme protegido.
Ahora tengo una fuga de
líquidos
por exceso de kilometraje.
Dicen que ya no hay repuestos
para mí,
pero no me puedo quejar.
Mi puerta corrediza
sigue bien lubricada,
dispuesta a montar
a cualquiera
que se apunte
a un buen ride.
Calle 151, 8 am
Soy un Mercedes Benz Axor 2540
y huelo a mierda.
Sí, soy un camión de basura,
¡y qué!
Me criaron para llevarme sus
cochinadas.
Con el tiempo uno se acostumbra
al olor,
a los pitazos y madreadas.
A los zaguates que me persiguen
incansables
en cada barrio.
A las calles sin salida,
a las doñas en bata.
Luego compacto sus bolsas
y chorreo un caldo concentrado
con sus desechos.
Me encantan las jachas que
ponen.
En el vertedero
los zopilotes y buzos
se pelean su cantonés,
su pan mohoso, las botellas, latas
y sombrillas del año pasado.
Siempre quiero más
y ustedes son complacientes.
Esto de la mierda es adictivo.
Taller mecánico Chito's
Soy un taxi con síndrome de
estrés post-traumático.
Este local se ha vuelto mi
hogar
desde hace varias semanas.
Tengo mucho frío,
me duele la transmisión
y los frenos.
De todas formas
ya no quiero volver a la calle.
Tengo pesadillas con lo
ocurrido.
Cada noche se me parte el alma y la carrocería.
Cada noche revivo el terror,
doy cinco vueltas en el aire
y cinco más en suelo.
Todas las noches
me convierto nuevamente en
metal corrugado,
en una alfombra de vidrio
y sangre en la pista.
No puedo borrar
el rostro desfigurado del
chofer
ni sus piernas separadas del
cuerpo.
Se me hace imposible mantenerme
en pie.
Si alguna vez salgo de este
taller mecánico,
juro que me dedicaré a
perifonear
o a vender huevos.
A handshake of carbon monoxide with no alarms and no surprises
(Thom Yorke)
Nuestro amor terminó en accidente de tránsito
como un ladrón asesinado por la espalda.
No fue huracán ni terremoto.
Más parecía un campo de batalla
después de la batalla.
Nuestro amor cayó en desgracia
como una bacteria en el cerebro.
Niño estrábico
hallado al día siguiente
en pedazos.
Nuestro amor amaneció muerto
como una bala perdida
en la sien de un día cualquiera.
Así nomás. Sin dar aviso. Sin preludios.
Desobediente. Hecho témpano.
Sin misericordia ni tiempo para la conmoción.
Como un accidente de tránsito
sin explicación ni sobrevivientes.
Piensa que tal vez mañana yo ya estaré lejos
(Consuelo Velásquez)
No te voy a dedicar ni un sólo
poema.
Los antecedentes no son
halagadores.
Así que tranquila.
Lo que pase entre nosotros
quedará en el anonimato.
Los textos pertenecen a Monóxido de carbono (Hanan Harawi Editores, 2015)
Diego Mora
(Vásquez de Coronado, Centroamérica, 1983)
Escritor, docente e investigador. Doctorando en
Estudios Culturales Latinoamericanos en la Universidad de Cincinnati. Maestría en
Literatura Latinoamericana por la Universidad Estatal de
Nuevo México y Licenciado en Psicología por la
Universidad de Costa Rica.
Ha publicado: Tótem Suburbano, San José, 2006. Estación
Tropical, Guatemala, 2010; Educación con Medios (académico), Berlín, 2011; facebookatura,
ebook, Amazon, 2012; Las meseras del Park Ave Cafe, México DF, 2013; Peter Pan
220, Quito, 2014; y muchas cartoneras. Se pueden encontrar trabajos suyos
desparramados por las paredes con el tag orgasmoeterno.
Web: luisdiegmora.wix.com/orgasmoeterno.