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Sobre "Otro caballo herido", de Javier T. Ramos, por Pablo Salazar-Calderón

OTRO CABALLO HERIDO, DE JAVIER RAMOS

(Texto de Pablo Salazar-Calderón)




Otro caballo herido
de Javier Ramos se presenta como un libro iniciático, la oscuridad de su palabra, no exenta de musicalidad, revela apenas el perfil y la mirada de su poesía y las bases de una propuesta ambiciosa, que interpela al lector con grandes preguntas sobre la vida y la muerte, la desintegración de la sociedad o la necesidad de recurrir a nuevas formas poéticas para hablar de la realidad. Esto genera una curiosidad que se traduce en poemas en constante movimiento al interior de ellos, representados desde el título, bajo la forma del caballo.

Esto me recuerda al conocido mito del carro alado de Platón en el cual dos caballos y un cochero representan las partes del alma: uno es un caballo arisco que representa las pasiones y el otro un caballo dócil que representa el deseo del bien, el cochero representa la parte racional del alma. La virtud de estos tres elementos es que mantengan el equilibrio en su camino hacia el mundo de las ideas o el conocimiento.

El prestigio del caballo nos ha ofrecido grandes nombres para nuestro imaginario como fueron Bucéfalos, Babieca, Janto, Balio, su esplendor alcanzó incluso a los dioses en la figura de Pegaso, caballo de Zeus, capaz de cabalgar por los aires y llegar a ser inspiración para aquellos que mirando al cielo encontraron su figura en una de las constelaciones que luego registrara Ptolomeo.

El sujeto poético de estos poemas también mira hacia las estrellas, sigue a su caballo por otros sectores de la galaxia, pero percibe que algo lo retiene en su camino hacia el espacio. En principio, algo ocurre en la atmósfera de Lima que no permite que pueda alzar vuelo, más que eso, no le permite ver con claridad el objetivo.

Al final del primer poema dice:

(Abro cita) “Tal vez nada atraviesa la gravedad que pesa tanto/ yo solo entiendo que el viento errante/ nos trae siempre las mismas hojas decoloradas de otoño/ abonando una y otra vez/ nuestros párpados arácnidos de sangre ” (cierro cita)

En general, estos poemas encierran una tensión, entre el sentido de pertenecer al contexto de una  realidad que lo atrae hacia la tierra, por efecto de su gravedad, y el deseo de trascenderla aunque esto solo se dé por momentos a través de raptos iluminados, producto de la creación humana y la imaginación. Retomando el mito del carro alado, en los poemas de Javier podemos ver reflejada esta tensión continua entre los caballos del alma en camino hacia ese mundo elevado.
Esta poesía Identifica como dice en uno de sus versos, que antiguas telarañas no le permiten abrir los ojos, ese impedimento en su deseo de trascender, sin embargo, lo une a los otros en la sangre. Este conflicto torna errante al sujeto poético, la realidad lo retiene acá (en una Lima por decirlo de alguna manera, terminal), pero su palabra lo conduce a diferentes lugares y realidades, pudiendo establecer contacto con un interlocutor cercano u otro qué podría estar en Marte, pero como dije anteriormente, llevando la carga de una realidad que lo detiene en esta dimensión, dice en el poema Incendio:

(Abro cita): “Y sé que el viento se congela un espejo más allá”(fin de cita).

por otro lado en otro poema dirá:

(Abro cita): La palabra no oculta al sol/ no camina de día/ pero araña las ventanas (fin de cita).

Si bien no puede salir de esta realidad, por esta gravedad que pesa tanto, por sus párpados arácnidos de sangre, sin embargo, a través de la palabra, busca salir de ella, por ello araña las ventanas, para escapar del lugar en el cual se encuentra atrapado.

La vida se presenta como la  fugaz noche de un verdugo, la muerte, que acabará con todo, frente a ello propone al sueño, capaz de alargar un poco más la vida, dirá en unos versos suyos:

(Abro cita): “esta noche es un asesino olfateando esta pared llena fotos/ Y siempre divaga/ toma café para seguir soñando/ esconde los controles remotos al insomnio/ apesta a noche de labios roídos/ a van Gogh arrodillado en el patio del manicomio…

acabando con la siguiente afirmación. (Abro cita): “mañana solo será una cabeza oxidada de estrellas en una solitaria banca sucia.”



La realidad aparece como una larga noche tétrica, la cual no podemos eludir por mucho tiempo pero ofrece  a través de la poesía breves placebos, maravillosos que la transforman en un espacio no solo más habitable, sino deseable. Dice en uno de sus poemas:

(Abro cita): “un corazón latiendo en un cadáver/ mi corazón danzando en un cadáver/ Luego , los álamos de tu cabello pierden luz a medida que la sombra de Ereshkigal lo posee todo” (fin de cita)

La vida se puede tomar como una cuenta regresiva hacia la muerte, cada segundo pasado es uno menos, como un latido en un cadáver, pero su corazón danza sobre ese cadáver, danza sobre ese destino, como si fuera el último baile, mientras la luz de la existencia se extingue hacia el sueño, el otro mundo, en este caso el de Ereshkigal, diosa del inframundo. Para encontrarse con esa diosa tiene que haber pasado por todo lo que pasó, en los últimos versos del libro lo dice claramente:

(Abro cita): “entendí que su espectro el día que mi padre leyó una fábula sobre el color de los ojos que necesitan de oscuridad para crecer/ Y destellaron los míos por primera vez/ alguna de esas noches/ cuando aprendí a leer los nudos rojos en las líneas mudas de las manos.

El mundo posible, habitable, deseable, amable, necesita ser creado porque este no existe. Se percibe la necesidad de encontrar afuera lo que acá es un páramo, hay tal necesidad de encontrar algo que no esté contaminado, que el sujeto poético emprende un viaje a otros planetas o al mundo subatómico. De alguna manera se presenta como un Ícaro ganado por su deseo de llegar al sol aunque esto le cueste que sus alas se quemen, pero esto no sucede exactamente aquí, ya que a diferencia de Ícaro, es consciente de su lugar en la tierra, no se gana del todo por su pasión, no es como un caballo desbocado que avanza al galope sin sentido, sabe que la noche acaba y que el conocimiento se engendra en saber que también llegará el día, pero por supuesto, pasando primero por la oscuridad.