lunes

ni me dejé llevar por el amor a Dios

Era el invierno del 2003 cuando por primera vez escuché de Enrique Lihn, yo vivía en el barrio de Cerro Navia, en Santiago, y lo único que me gustaba leer de autores chilenos era libros de la gente del grupo "Mandrágora". Pasé el invierno más frio de mi vida, leyendo a Teofilo Cid y a Jorge Cáceres. Recitando en voz alta al Vallejo de Poemas Humanos. Ese mismo invierno murió Roberto Bolaño. Aún conservo por ahí la "revista de libros" del Mercurio, donde se anuncia su muerte. Parchaba hasta media tarde en el centro y luego bajaba con unos amigos por Huerfanos hacia el Cerro Sta. Lucia, con unas botellas de copete, nos metiamos entre los árboles y nos fumabamos el único porro diario, contandonos películas viejas y cosas así. Luego de trepar las rejas, saliamos a la noche y yo tomaba el bus en Alameda, el 325 a Cerro Navia, ya no me acuerdo bien. Recuerdo sin embargo, la frase de Lihn que desde esa época se ha convertido en un mantra para mi, para nosotros: "Habría que pensar con poesía / no utilizarla para transmitir pensamientos".